Los consejos

Todo el mundo creemos, a veces, que sabemos dar consejos, que el hacerlo de corazón lo es todo, que tenemos razón. La vida me ha demostrado lo contrario, puesto que no hay dos consejos iguales, pues no hay esa igualdad entre las personas, y no va a ser igual el resultado en diferentes personas. De hecho hay consejos y consejos, es fácil aconsejar entre dos prendas de ropa, es fácil aconsejar sobre qué o dónde comer, pero en lo que de verdad importa no es tan simple.
Antes de dar un consejo debemos dejar de usar nuestro paradigma y ponernos en la piel de la otra persona para intentar entender su situación, aún con eso no tenemos asegurado el éxito. Hace falta observar el entorno, la sociedad, todo aquello que envuelve al asunto sobre el que aconsejamos. 
Probablemente lo más duro sea decir la verdad cuando sabes que es lo que la otra persona quiere oír, muchos se quedan ahí, creen que un buen consejo es aquél que nos permite escuchar lo que queremos, eso no nos hace mejores amigos, ser falso aún con la mejor de las intenciones no es justificable, si de verdad le importas a la persona, esperará que seas sincero con ella, que realmente le ayudes con algo aunque de primeras le duela. 
Es muy poco agradable decir cosas duras cuando te piden consejo pero es necesario, ayudar a dar el paso para ver la realidad, a solucionar el verdadero problema. Pero es lo correcto. 
Los consejos tienen una función y esa no es consolar, hay gente que confunde ambos términos, la verdad es amarga pero tarde o temprano deberemos afrontarla.
Quédate con la persona que te haga llorar con sus consejos pero de verdad esté ahí para ayudar y no con quién te diga buenas palabras que no hacen nada y luego no están cuando le necesitas.
No es tan fácil aconsejar, pero a veces nos cuesta más dejarnos aconsejar pues no hay más ciego que el que no quiere ver

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